Comentarios Criticos


La Otra Ciudad

Selva intrincada resuelta a una búsqueda de claridad, la obra de Guillermo Mac Loughlin se planta en el espacio por series ascendentes, lo de abajo y lo de arriba con sentido catedralicio, desplegando arquitecturas ojivales que mutan a fábricas o estaciones abandonadas, reposando en el sueño de durmientes y arbotantes. Juego de espejos no astillados por fragmentos, escaques de un gran tablero reunidos, ese paisaje industrial de La Boca, Avellaneda o Barracas que aún desvela a quienes se avecinan a la ribera, conforma reticulados que abstraen fugas y velocidad, donde la mancha como el rebote de luz sobre un tren se desliza, la impronta señalando un ritmo donde imperan zonas de marcaje, y otras límpidas.
Lo oscuro avanza y se torna trazo, camino: son rieles, balcones, terraplenes, que dan a un precipicio donde moran la pintura o el grabado, enjalbegados que cuelgan en el aire, un esparadrapo amarillo, otro retazo azul, embanderando como un texto a descifrar esta extraña ciudad resignificada.
Arboles que son hoy vigas templadas, mañana cuadrículas, tormenta controlada y al tiempo libérrima en gradaciones, perentoriamente rescatada de luz, hace que un plano se meta dentro del otro o parezca querer golpear el muro del marco.
Refriega de arbotantes o navajas de noche haciendo cumbre, ajenas entre sienas noctívagos, tostados por la restricción cromática que su creador impone, junto a un río neblinoso cuyos haces de luz -junto a un negro dominante- los pintores de La Boca hicieron suya. Mac Loughlin, en fin, devela en su pintura una visión restringida, rica en matices, escamoteando la visión directa para abstraer lo que el ojo capta fugaz, y perdurable.

-Osvaldo Mastromauro


Sus portuarias, realizadas con óleo pastel, están estructuradas mediante complejos esquemas geométricos, que se unen aquí al aspecto temático de las obras, logrando mediante las distintas perspectivas de andamios, barriles, silos y otros edificios del escenario ribereño, construcciones que se van conformando con firmes y acertados trazos.
Las pinceladas se ponen en evidencia, constituyendo una rica superficie matérica, donde la yuxtaposición de colores crea una luminosidad que se desprende de los objetos.

-Belén Gache


El dibujo es preciso y constructivo, con intervalos luminosos pequeños, junto a la mancha halla el juego compositivo que crea el objeto pictórico. Las claves tonales son intermedias; el espacio, la luz, el silencio, son sus indagaciones. “El motivo debe coincidir con mi imagen interna”, “La pincelada deja una huella, yo necesito del rastro como cuerpo de mi pintura”. Su imagen es serena y su paleta atemperada.

-Rosa Faccaro


En su pintura no se trata de la simple constatación de una realidad sino de partir de ahí para llevarnos a un punto donde terminan todas las alusiones a lo real y comienza otro relato: el de la pintura sobre el plano.
Así como para muchos artistas pareciera que la realidad sólo revela su esencia en la quietud, para Mac Loughlin se trata de la captación de una dinámica constatación del mundo: ahí los objetos inician un tránsito, evadiéndose de esos puntos en reposo para desplegar otras verdades del objeto: verdades que entrelazan en una inspirada síntesis lo interior y lo exterior.

-Raúl Santana


Casi podríamos decir, forzando un poco los conceptos, que en Guillermo Mac Loughlin está siempre el paisaje, aunque de dos maneras diferentes. Está pues, el paisaje exterior, callado y expectante en sus horizontes lejanísimos, en sus perspectivas casi irreales, en su tumulto de aguas y cosas materiales en sus ondulaciones permitidas al pintor por la moderna ruptura con la clásica ley de gravedad, en sus tonalidades apagadas por las brumas.
Hay como nota predominante una intimidad que se desborda en sí misma, es decir, que capta lo formal real para dotarlo de una subjetividad adornada con las galas de una imaginación que, no por quieta, es menos lírica y penetrante.

-Elena Poggi


El artista sabe lo que quiere decir y conoce las llagas y alegrías de estructuras y trabajadores de esas zonas, que quedan impresos en los solares que habitan. El expresionismo explosivo y el ideal del artista, no se cifran únicamente en la acción de la espátula.
Transforma intelectualmente la entrega de la idea y eleva la materia, hacia una calidad expresiva dominante y extensiva. Es una obra que tiene sentimiento nacional y, eso, en estos tiempos, es decir mucho.

-Teresita Pociello


Las diagonales hacen ruido frente al equilibrio de las horizontales/verticales. Así es como aparecen súbitamente estas formas que violentan la paz de las ortogonales y con las intersecciones generan nuevos recorridos, ricos en gestos alternativos. A esta relación formal se suma la presencia monocroma de los blancos y los negros que le dan un dramatismo inesperado.
Así es como se inicia un proceso sin solución de continuidad en la obra de Guillermo Mac Loughlin, del blanco del papel al negro de las tintas y de allí nuevamente recomenzar, sólo que ahora contamos con la presencia del color. El color puede reemplazar al negro que estará allí escondido como un camuflaje, disimulado, pero en la esencia estará siempre presente. Blanco y negro. Una verdadera síntesis y una auténtica expresión que no sólo se corresponde con los elementos gráficos sino que también están las emociones y las sensaciones del artista. ¿Qué se puede decir de estas estructuras que a medida que van creciendo y van saturando los espacios libres del cuadro nos llevan a suponer que el artista está subyugado con el paisaje? Y su paisaje está definido por la imponente estructura que domina el barrio de La Boca y que es el antiguo puente transbordador, que con sus líneas diagonales negras recorta los cielos y le da un sentido teatral con un tono operístico, digno de los grabados de Piranessi. d¿Es ésta una oportunidad que tuvo en cuenta el artista para imitar a la realidad? Esto no es así. El artista sólo trabaja con su imaginario, que se supone contaminado por el mundo que lo rodea. Y el mundo que lo rodea es el de los hierros de un viejo puente que cruza un río y le da particular fisonomía al lugar donde vive.
Diagonales y más diagonales que como una gran lupa se van acercando al espectador para saturar los planos con formas que con sus ángulos filosos lastiman a los demás o que con sus planos convocan al negro para que cubra casi toda la imagen. En otras, las diagonales van tejiendo una equilibrada, bella y compleja red. Así es como todas estas redes conforman un rico, intenso y mágico catálogo formal que constituye la esencia de la obra. Ahora nuevamente vamos a hablar del color, que como decía al principio, está acompañando a las grandes diagonales, pero que en algunas obras toma un inesperado protagonismo que lo hace ser el verdadero eje.
Sólo que las grandes formas geométricas están siempre presentes, como ancestrales edificios que nos remiten a una historia no contada. Como resumen final se puede decir que la obra nos lleva desde un punto a otro en un recorrido que tiene como destino hacernos mover alrededor de imágenes que con un único motivo inicial llegan a nosotros luego de complejas combinaciones. Una obra vital, enérgica y por lo demás estrictamente poética.
Toda la poesía que se necesita para permitir a los que contemplamos las pinturas de Guillermo Mac Loughlin gozar con la bella sutileza de sus abstracciones.

-Juan Carlos Romero


Guillermo Mac Loughlin: LA GEOMETRÌA DE LA SENSACION

Geometría sensible fue el nombre dado por el crítico argentino Aldo Pellegrini, a una tendencia que identifica hacia comienzo de los sesenta, donde la geometría salía del rigor adquirido en los años del Arte Concreto (1944-1952), jugando no solo con las formas ideales sino con las texturas, los colores matizados, las líneas trazadas a mano alzada. “Razón e intuición”, como pregonaba Joaquín Torres García, desde los años treinta y que hoy entendemos como, razón y percepción. Queda claro de esa geometría que, desde mediado de los setenta se constituyó en una nueva tradición latinoamericana, que no provenía exclusivamente del mundo del plano, sino que se nutría de las atmósferas, los ambientes que el ojo percibe cuando mira a su alrededor. Con óleos, pasteles o grafito, Mac Loughlin comenzó a practicar esa conjunción de precisión geométrica y sutil creación de mundos que son abstracción de lo que nos rodea. Porque el paisaje es una construcción del alma, el artista refleja al barrio de La Boca con la arrogancia metálica de sus puentes y la bruma lechosa de sus aguas urbanas. Con la serigrafía como técnica que posibilita la mezcla, el collage, y una serie de variaciones casi infinitas partiendo de una plantilla (pattern), Mac Loughlin juega a una combinatoria que se torna narrativa.

-María José Herrera